PARADIGMAS DE LA
FORMACIÓN DE INGENIEROS Y EL COMPROMISO SOCIAL DE LAS FACULTADES DE INGENIERÍA
En Colombia existe un cierto
consenso sobre la existencia de una crisis que afecta a la ingeniería
tradicional. Es un hecho que la profesión ha perdido presencia y liderazgo en
los asuntos relacionados con el desarrollo social y material de los países, al
tiempo que se echa de menos los extraordinarios aportes de la ingeniería en las
primeras décadas y mediados del siglo XX. ¿Cuáles son los elementos y
manifestaciones de esa crisis? ¿Qué nuevos atributos, amén de los
tradicionales, exigen a la profesión los nuevos tiempos? ¿Cuáles cambios en la
formación de los estudiantes deben contemplar las facultades de ingeniería?
La concentración del ingeniero en
lo técnico y el orgullo de su técnica le han impedido a ese profesional la
visión sistémica, lo han llevado a desconocer con frecuencia implicaciones
sociales, y le han dificultado el diálogo con otras disciplinas y profesiones.
Su poca relación con las humanidades y el arte explica en algún grado una
pérdida del sentido de grandeza, sentido que se relaciona con los aspectos
éticos y estéticos que debe llevar consigo toda obra de ingeniería.
En colombiano se agregan, además,
algunos elementos específicos: ausencia de investigación y de estímulo a la creatividad y
a la innovación; poca atención a graves problemas nacionales; al igual que en otros sectores de
la vida nacional, la corrupción ha penetrado el ejercicio de la ingeniería; el peso del
individualismo y la falta de solidaridad se oponen al trabajo en equipo y a las
construcciones colectivas; la proliferación de carreras y denominaciones en ingeniería
están llevando a una seria disminución
de calidad y a una pérdida de identidad en la profesión. A propósito, según
datos recientes, había en el país 398 programas de ingeniería con 69
denominaciones distintas, y una de éstas era ¡ingeniería de radio y televisión.
La poca relación de los grupos universitarios
de investigación con la empresa y los centros de desarrollo tecnológico, el
retraso en la formación doctoral en ingeniería, y el predominio de la
adquisición o adaptación de tecnologías del exterior, son a la vez causa y
efecto de la poca investigación que se lleva a cabo en las Facultades de
Ingeniería. Con respecto al desarrollo tecnológico, existen tres categorías de
países: los que lo producen, los que los transfieren y adaptan, y, finalmente,
aquellos que lo compran ciegamente. Cabe preguntarse en qué categoría esta Colombia.
Da pesar observar con frecuencia
la poca o nula transferencia tecnológica o de conocimientos que el país obtiene
cuando se emprenden grandes proyectos de infraestructura por parte de firmas
del exterior, o cuando se adquieren patentes y licencias provenientes de países
desarrollados. Señala un estudio reciente de la Universidad de los Andes y la
Corporación para la Investigación y la Docencia Económica, de Medellín, que en
el medio industrial es clara la ausencia de flujos nacionales de conocimientos
tecnológicos y la pobreza de ingenieros con altos niveles de formación. En
pocas palabras, que es marginal el papel de la capacidad científica nacional en
la rápida transformación tecnológica que el sector productivo ha experimentado en
los últimos años.
Múltiples son las expresiones de
la crisis y entre ellas podría citarse la pérdida de aprecio social por la
ingeniería, la ausencia de liderazgo de la profesión, la casi inexistencia de comunidades
técnicas, el marchitamiento de las sociedades profesionales, el desempleo y
subempleo que padecen los ingenieros, y la constante pérdida de cargos técnicos
del sector público que tradicionalmente habían sido ocupados por profesionales
de la ingeniería.
El pasado enseña que los
ingenieros ocuparon un papel preponderante en la sociedad cuando se vincularon
al desarrollo industrial y se preocuparon por los efectos de la acción
profesional sobre aspectos sociales y administrativos. El proyecto de la
Escuela de Minas, emprendido por don Tulio Ospina y otros pioneros hacia fines
del siglo XIX, fue exitoso porque entendió la función que la ciencia y la
tecnología podían cumplir en la construcción de un país moderno. Hoy las
circunstancias y los medios son bien distintos pero la finalidad tiene cierta
analogía: cómo diseñar una ingeniería que responda a la necesidad de crear una
nueva sociedad en un país agobiado por la violencia y la intolerancia,
retrasado en el conocimiento científico y tecnológico, y cada vez más ajeno a
las condiciones de competencia que reclaman los nuevos escenarios de la
economía internacional.
Además del desempleo estructural
que afecta a la profesión, ha aparecido el fenómeno del subempleo, sobre todo
cuando los ingenieros desempeñan tareas que podría realizar un tecnico. Aquí
existen más ingenieros que tecnólogos, al revés de lo que ocurre en el medio
internacional, al parecer por una subestimación del papel que pueden cumplir
aquellos últimos.
Por ello es útil señalar que un
libro titulado "La ventaja competitiva de las naciones", publicado en
1990 y cuyo autor es Michael E. Porter, puso de presente la significativa
contribución de las instituciones técnicas de Alemania e Italia a los aumentos
de la productividad en dichos países. Sobre
la pérdida de cargos tradicionales, es pertinente preguntarse en qué medida
ello se explica por el frecuente desentendimiento del ingeniero con respecto a
aspectos políticos y sociales.
La crisis de la ingeniería se ha
acentuado en razón de una serie de factores aparecidos en las últimas décadas,
en especial relacionados con la complejidad de los problemas (teniendo claro que
no es lo mismo complicado que complejo), así como con la existencia de
múltiples intereses y actores. La dimensión técnica de un asunto dado sigue siendo
importante, pero además es necesario lidiar con grupos de presión, interactuar con
ambientalistas, tener en cuenta aspectos políticos, sociales y legales, en
general, entenderse con un nuevo ciudadano más consciente y existente que en el
pasado. De otro lado, la era del conocimiento y la información, así como la
velocidad del cambio tecnológico, están mutando la sociedad y la industria, por
ende, afectando el ejercicio profesional de la ingeniería.
Siguen teniendo vigencia ciertas
cualidades tradicionales del ingeniero como apego a la realidad, sentido de lo
cuantitativo, capacidad de modelar, servir de puente entre la ciencia y la tecnología,
potencial como innovador y líder para la industria. Pero ellas ya no son
suficientes, es necesario considerar otros atributos tendientes a la
orientación del uso de la tecnología, la capacidad interdisciplinaria, el buen
uso del lenguaje y la comunicación, la percepción de las relaciones entre lo
técnico, administrativo, político, económico, ambiental... ser un profesional
con pensamiento complejo.
En suma, se requiere un
profesional de la síntesis y la integración, o sea, un profesional que sea
capaz, además de separar para analizar, de reunir para sintetizar o complejizar,
de modo que un problema dado aparezca en su contexto natural. La visión
reduccionista, aquella que se concentra exclusivamente en la tarea aislada,
destruye la solidaridad y la responsabilidad. Podría decirse, entonces, que el
pensamiento complejo lleva consigo una misión ética.
Lo anterior exige un trabajo
interdisciplinario en el cual el ingeniero puede desempeñar una tarea muy
significativa si es capaz de sostener un diálogo respetuoso con otros saberes,
y al mismo aporta, en especial, su capacidad de buscar soluciones óptimas o
cercanas al óptimo no sólo en lo técnico económico sino también en lo político,
social, ambiental...
Tres paradigmas se han dado en la
historia de la ingeniería. Hasta fines del siglo XVIII no existía la profesión
tal como se conoce hoy; se construía intuitivamente, con base en ensayo y error,
a la manera de los artesanos según la tradición de maestros y aprendices.
Podría decirse que los embriones de arquitecto e ingeniero se confundían en el
Maestro Constructor, y ésta trabajaba en el sitio de la obra. Éste es el primer
paradigma.
Debido a las exigencias de la
revolución industrial, y gracias a la aparición de las primeras escuelas de
ingeniería en Francia, empieza a perfilarse la ingeniería como arte (segundo
paradigma), es decir, como un oficio especializado que exigía destrezas y
habilidades muy elaboradas. El segundo paradigma dura más o
menos hasta la segunda guerra mundial. Luego aparece la ingeniería con base
científica, el tercer paradigma. Se aprovechan al máximo las ciencias exactas y
naturales para fundamentar la profesión, se desarrollan las llamadas ciencias
de la ingeniería como la hidráulica, la resistencia de materiales, las
estructuras, etc., y se acelera la creación de nuevas ramas de la ingeniería,
distintas a la civil.
La necesidad de sintetizar e integrar las diferentes miradas o dimensiones de un problema llevan a proponer un nuevo paradigma para la ingeniería, acorde con los tiempos que corren, y que podría llamarse el de Maestro Integrador. Este cuarto paradigma tiene cierta coincidencia con ideas expresadas en artículos y seminarios realizados en Colombia durante la última década (en especial la ponencia “La ingeniería y su impacto social y económico”), y también recoge conceptos emitidos en un importante coloquio internacional sobre el futuro de la Ingeniería Civil y Ambiental, llevado a cabo hacia principios del año 2000 en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
La obtención de los atributos
profesionales antes señalados exige cambios académicos a las Facultades de
Ingeniería, algunos de ellos de carácter radical. Dichos cambios deben ser estudiados
por directivas, profesores, estudiantes, pero hoy más que nunca se requiere una
urgente participación de esa discusión por parte de sociedades profesionales y
egresados, consultores, empresarios, gobernantes y políticos.
Un primer punto se refiere a la
ineficacia de la docencia tradicional y de la acumulación de cursos en las
carreras de ingeniería. Es imperativo aprovechar nuevos escenarios o encuentros
pedagógicos, como los relacionados con los seminarios (en el sentido alemán del
término), el análisis de casos, los grupos de trabajo, la realización de
proyectos, el trabajo en comunidades, la interacción con las empresas, etc. Los
grupos de trabajo en seminarios y proyectos pueden posibilitar la acción
interdisciplinaria y beneficiarse de un apto mecanismo para la integración de conocimientos.
Escenarios como estos últimos constituyen un medio excelente para aprender a discutir
sin pelear, comunicar con efectividad y hacer presentaciones. Otros objetivos
pueden lograrse mediante un ambiente cultural en el campus universitario, las
actividades extracurriculares, los clubes, centros de interés, etc.
Dada la velocidad del cambio
tecnológico y de la obsolescencia profesional, es indispensable un énfasis en
la formación básica, al igual que en la flexibilidad curricular. Pero el
Maestro Integrador ya mencionado no podrá obtenerse con la sola formación de un
primer grado, pues aquel requiere la madurez y la acción investigadora que por
lo general se adquieren después de estudios de posgrado. Es del caso pensar que
en el mediano o largo plazo el ejercicio de la ingeniería exija un grado de
Magíster, con énfasis en lo profesional, después de un primer grado en ciencias
o en ciencias de la ingeniería.
Otra urgente tarea concomitante
no puede ser eludida por las Facultades de Ingeniería. El uso de Internet y las
pedagogías fundamentadas en el conectivismo están modificando tanto la docencia
como el ejercicio profesional de la ingeniería, y Colombia enfrenta en este
campo un retraso considerable. Grandes centros como la Universidad de Stanford
y el Instituto Tecnológico de Georgia, en Estados Unidos, tienen ya estudios de
maestría en ingeniería diseñados específicamente para la red mundial, ya en
muchos países se da más fuerza a los programas de formación virtual.
El uso de Internet y de los
multimedios en el computador puede relevar al profesor de la tarea rutinaria de
proporcionar información básica además permite dedicar más tiempo a la comunicación
del conocimiento tácito, el encuentro interpersonal con el estudiante, el
trabajo con pequeños grupos, y la labor de síntesis, crítica y evaluación (educación
Inversa). La disminución del trabajo presencial puede permitir a las mejores
universidades del país expandir virtualmente el campus, de modo que se revierta
una tendencia actual: la gran demanda de cupos en la educación superior ha
venido siendo atendida por universidades de menor desarrollo relativo o
definitivamente mediocres.
¿Que será la universidad del
futuro?, algo que por supuesto tiene enorme importancia para la profesión de
ingeniería. La universidad del futuro será aquella que logre el encuentro de
científicos y técnicos, por un lado, con humanistas y artistas, por el otro.
Dichas visiones, a pesar de ser complementarias y exigir interacción, se
encuentran muy separadas ello puede explicar en algún grado una de las tragedias
de los tiempos actuales: el avance y dominio de la tecnología, frente al
retraso de los valores y la condición humana.
Recuérdese lo que se decía sobre
el ingeniero como orientador de la tecnología. Si a la formación en este campo
se agrega una mayor comprensión de la cultura, sensibilidad social y sentido de
la solidaridad, se tendrá un profesional con una preparación excepcional para
no sólo manejar la tecnología sino para orientarla hacia la consecución de
fines humanos.
Aquí habría que hablar, más que
de interdisciplinariedad, de conocimiento transdisciplinario, o sea, de un
conocimiento que vaya más allá de una simple disciplina. Dice Edgar Morin en el
prólogo a un documento de la UNESCO sobre la educación del futuro: "El
humano es a la vez físico, biológico, síquico, cultural, social, histórico. Es
esta unidad compleja la que está completamente desintegrada en la educación a
través de las disciplinas y que imposibilita. aprender lo que significa ser
humano. Hay que restaurar dicha unidad compleja de tal manera que cada uno
desde donde esté tome conciencia de su identidad compleja y de su identidad común".
Continúa Morin: "A partir de las
disciplinas actuales, es posible reconocer la unidad y complejidad humanas
mediante la organización de conocimientos dispersos en las ciencias de la naturaleza,
en las humanas, en la literatura y la filosofía, y mostrar la unión indisoluble
entre unidad y diversidad de todo lo humano".
1 comentario:
Cual es entonces el rol de la Ingeniería Social en las facultades de Ingeniería?
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